23 sept 2016

Papiroflexia

La primera vez que sintió que el tacto del papel era distinto mientras cambiaba de forma, fue durante su viaje a Grecia. La luz de la pequeña vela que había colocado sobre la barandilla de la terraza, apenas alumbraba, pero más que luz lo que necesitaba era concentración y allí, sentado a solas, nada ni nadie lo distraía. Tal vez por eso, el susto fue mayor.
Todo lo que empezó siendo ruido a su alrededor, al salir a la terraza, había pasado, conforme avanzaba la noche, a ser parte de la banda sonora que acompaña, pero sin llamar la atención.

No estaba preparado para otra voz que no fuera la de sus propios pensamientos, cuando aquel "Hola" le hizo brincar de la silla con la fuerza que convierte la sorpresa en susto.
Ella lo miraba sin la más mínima intención de disimular la risa, mientras una inacabada mariposa de papel disfrutaba de la escena, desde la esquina de la terraza en la que había acabado tras el brinco de su creador.
Ninguno de los tres dijo nada durante un buen rato.
Se quedaron allí, midiéndose las fuerzas.
Hasta que ganó la risa.
Aunque en realidad él sabía que quienes realmente ganaron la batalla fueron sus ojos.
El modo que ella tenía de sonreír con los ojos, le resultó aún más irresistible que el de su boca...