1 jun 2019

Dejarlo en tablas

Era la segunda vez que almorzaban juntos.
La primera le sorprendió.
Ésta confirmó.

Era una persona original en su vida.
Ni mejor ni peor que otras, simplemente distinta.
Eso ya lo sabía.
Lo que le faltaba por descubrir era, si él era consciente de su originalidad o no.
Era lo más difícil de descubrir, pero también lo más interesante.

Resultaba un reto hacerle las mismas preguntas que le haría a cualquier otra persona que acabara de conocer, pero eligiendo las palabras justas para conseguir las respuestas que buscaba, que nada tenían que ver, en realidad, con el asunto del que hablaran.

Además de un reto, era un juego con el que verdaderamente disfrutaba, quizás por las pocas oportunidades que tenía. Era como jugar a una partida, pero con piezas propias y ajenas. Y en este caso, desde la primera jugada, ya prometía buenos momentos.

El humus que acaban de dejar en la mesa le permitió descubrir la justa cantidad de comino que se necesita añadir para no estropear la mezcla de sabores y a la par, que aquello que a veces nos parece original en una persona es una sencilla cuestión de métrica; basta con reducir el espacio en el que mirar, para cambiar de parecer.

Y entonces se dio cuenta.
No era la única que estaba jugando a la vez con piezas propias y ajenas...
Y decidieron que dejarlo en tablas sería perfecto.

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