si te la pido algún día,
y yo prometeré nunca pedírtela.
Así empezó aquella noche entre ellos.
Dos desconocidos que dejaron de serlo, una noche de luna llena, en la que se vieron por primera vez a través de ella.
Caminaban por la misma calle.
A la misma hora.
Y con la mirada puesta en el mismo sitio, que no les avisó del inminente impacto que se produciría en sus cuerpos si nadie mediaba en su trayecto.
Y así fue.
Luna decidió guardar silencio.
Y sus cuerpos chocaron, el uno contra el otro, con la misma fuerza con la que avanzaban paso a paso, sin pensar en el siguiente.
Su primera mirada fue en ambos de reproche, mientras su pensamiento se lanzaba, a golpe de certeza, por los mismos derroteros:
(¡¡¡Cómo no miras por dónde vas!!!)
¿La carcajada...?
Fue otra de sus coincidencias.
Así que aquella promesa era, sin duda, lo más cercano a un saludo que tuvieron:
- Prométeme coger la luna,
si te la pido algún día,
y yo prometeré nunca pedírtela.