8 jun 2017

Sin fonía nº19

La belleza de la ignorancia es directamente proporcional al tamaño de la misma.

5 jun 2017

El color de las piezas sin hueco

Camina con la mirada hacia el suelo.
Una mirada que esconde, entre baldosa y baldosa, pensamientos que se atropellan unos a otros, por conseguir un minuto de atención, y que le hacen olvidar que existe todo un universo, fuera de sí misma, que la acompaña a cada paso.

Se detiene en la parada a esperar que llegue el siguiente autobús y mientras espera, ve en el suelo frente a sus pies un objeto de color gris; el color de las piezas que aún no tienen hueco.

La coge del suelo para darle la vuelta y descubrir que probablemente sea una de esas piezas que junto a otras ochenta y pico, conforman el cielo de un puzzle enorme, y que acaban encajando por el hueco exacto en el que caben, más que por el trozo de cielo que les tocó representar.

Puede hacer más o menos unos trece años que no ha hecho un puzzle. No recuerda el tiempo, pero sí recuerda perfectamente, qué puzzle fue.
Florencia con un cielo incompleto.
Se pregunta (riéndose de sí misma) si esa pieza perdida, de cualquier otro cielo, quedaría bien en Florencia…

Sin fonía nº18

La elección de cada momento vivido es, a su vez, la elección de todos cuantos podrías vivir y dejas pasar.

Sin fonía nº17

Si al mirar un libro, sólo ves un libro, es que aún no has aprendido a leer.

4 jun 2017

A veces sencillamente ocurre

A veces sencillamente ocurre.
Ella llegó a su vida en el momento justo en el que él era capaz de mirar, además de ver.

Sentada en un rincón, comía sólo las pipas pares. Las impares acababan en el pico del único gorrión que carecía del miedo necesario para no acercarse, o tenía el hambre suficiente para vencer al miedo.

Al principio, no se dio cuenta de su compañía, así que simplemente, la miraba con la curiosidad que las rarezas ajenas nos despiertan, intentando encontrar la razón por la que, de cada par de pipas, sólo una acababa en su boca.
Tal vez era una de esas personas maniáticas que no soportan los números impares, pero de ser así, no le importaría demasiado; de hecho, él prefería los números pares.

Se permitió unos minutos más del placer de mirar sin ser visto, antes de levantarse y acercarse hasta ella, con la intención de ocupar el asiento libre que había a su lado, después de haber pensado qué decirle, para conseguir que su respuesta no fuera una excusa.
Como si lanzara una moneda al aire, silla y excusa, daban vueltas la una sobre la otra, conforme se acercaba a ella paso a paso.
Y en la última de las vueltas, la excusa quedó debajo.

Compartieron los principios de las conversaciones que tienen toda la grandeza de lo desconocido, donde cada pregunta y cada respuesta es un lugar nuevo al que viajar.
Y así llegó la respuesta de aquellas pipas impares que él creía que acaban en el suelo.

No pudo evitarlo.
Las fobias no piden permiso. Así que fue casi inmediato, cambiar números por pájaros y salir de allí huyendo.

A veces sencillamente ocurre.
Pero en el momento equivocado…

Breve historia de una tienda breve

Un día cualquiera se despertó como cualquier día: la almohada llena y las preocupaciones vacías.
Habían llegado a entenderse lo suficientemente bien, como para no necesitar ni una sola palabra que mediara en su relación. Gracias a ello, sus noches eran el terreno perfecto para fabricar semillas nuevas, que es lo que ocurrió aquella noche.

Se despertó con una idea que llenó sus días siguientes de síes y noes, que fueron puliendo lo que imaginaba, hasta convertirlo en lo que quería.
Quería abrir una tienda; una tienda de precios.

Necesitaba algunos, aunque fueran pocos, para poder abrirla, así que decidió autoabastecerse y empezó a rebuscar por cajones, estanterías y demás huecos.
Encontró un cuaderno que compró en Kusadasi. Su precio era treinta y ocho, pero ese cuaderno ya no lo necesitaba, pues jamás sería comprado o vendido de nuevo, así que ya tenía su primer precio en stock para su nueva tienda.
Animada por la idea de encontrar los suficientes con rapidez, le siguieron: aquella taza que compró dos veces en aquel viaje de vuelta al pasado, y que al volver supo que, aunque se rompiera una, no se desharía de ella jamás. Así pues, tampoco necesitaban precio ninguna de las dos. Ya tenía otro, incluso repetido… Y qué decir de Lucía, que la miraba con esa tranquilidad tan suya, esperando pacientemente a que le llegara su turno…

Apenas unas horas tardó en reunir los que consideró suficientes, y llena de emoción, lo dispuso todo para abrir su tienda al día siguiente, en el que amanecería como cualquier día.
La almohada vacía y las ilusiones llenas.

Paseando su nerviosismo con la excusa de terminar de retocar cualquier detalle, esperó a que entrara su primer cliente. Al cabo de una media hora, escuchó el tintineo de la puerta al abrirse y vio entrar a una señora mayor, que parecía haber cargado a su espalda cada año vivido y pintado en su rostro cada sonrisa regalada.
Se acercó hasta ella y devolviéndole aquella vieja sonrisa, algo menos arrugada, le preguntó para qué necesitaba un precio. La señora miró a su alrededor y cogió uno, que resultó ser el que Lucía ya no necesitaba.
En el mismo instante, en el que la señora le preguntaba el precio de aquel precio, se dio cuenta de que ni siquiera se había parado a pensar en lo que cobraría por ellos.
Apiadada de aquella sonrojada juventud impetuosa, la buena mujer decidió intentar ayudarle a salir de aquella situación, restándole importancia a su descuido y preguntándole por el valor que para ella tenía, aquello a lo que perteneció aquel precio.

“Le regalo el precio” fue su respuesta.

Ninguna de las dos necesitó más palabras, para entender: lo que una ya sabía, y lo que la otra acababa de aprender.
Y salieron juntas de aquella breve tienda, charlando con la confianza que da el camino que basta por lo compartido, por corto que sea, y dejando tras ellas, todas aquellas estanterías vacías del precio de lo que no tiene precio.

Sin fonía nº16

"Sinfonía": Conjunto de voces, de instrumentos o de ambas cosas, que suenan acordes a la vez.

"Sin fonía": Pensamiento, sin voz ni instrumento, que suena libre, sin armonía con nadie más que conmigo misma.

Trivialidades ajenas

Empezó por las nubes.
Siempre creyó que no le gustaban los días nublados.
A nadie le gustaban.
Así que alguna razón debía existir para ello, la conociera o no.
Compartir la tristeza de los días grises, era como compartir cualquiera de las muchas trivialidades, que llenan los días de ratos de charlas monótonas y absurdas, pero que nos vinculan a otros, sin más pretensión que sentirnos parte de algo o de alguien, y nos permiten evitar vernos, o que nos vean, como extraños bichos raros.

Un día gris, que empezó siendo como cualquier otro día nublado, se sorprendió a si mismo despidiéndolo con el sabor de los días inolvidables.
Y en ese instante, como suele pasar con aquello que sólo se sostiene por motivos ajenos, se deshizo de las nubes que hacen días grises, para quedarse con los días que sólo se llenan de nubes.

Ese fue tan sólo el principio.
Lo demás llegó con la naturalidad de lo que se aprende, descubriéndose a uno mismo.

Siguió con las deprimentes tardes de domingo.
Con la desesperante prisa del aburrimiento.
Se atrevió, algo después, con las miradas perdidas en el ascensor.
Y así siguió...
Y poco a poco fue restando y restando a esa lista, todo aquello que lo alejaba de esa normalidad ajena, pero que lo acercaba a la suya propia.

1 jun 2017

Sin fonía nº15

El deseo es la pareja perfecta de la incertidumbre, cuando ninguna de las dos pretende llegar a ser otra cosa.

El mundo de las lentillas de color

El color de los ojos no era lo único que podía cambiar los días en los que se levantaba con ganas de cambiar el mundo.
Esos días, todo le parecía tan sencillo como colocarse las lentillas, aunque no siempre fue así.

Convencer a sus ojos de adoptar a semejantes intrusas, resultó ser un camino más complicado de lo que creyó el día que compró el primer par. Sus ojos resultaron tener reflejos poco receptivos a la adopción.

Pero con algo de mucha paciencia, consiguió por fin, aprender a ponerse las lentillas, con la misma facilidad con la que cambiaba el mundo.