30 may 2019

Despedidas

Recogió todo lo que le pertenecía de cuanto había en su mesa y lo metió en una caja de cartón que se había llevado esa misma mañana desde casa, y que había comprado la tarde anterior en su tienda favorita.


Se había fijado en ella un par de semanas antes, mientras buscaba una taza que reemplazase a la que le había regalado Ánder, que lamentablemente, ya sólo era un montón de añicos imposibles de recomponer y guardados en un bote de cristal, a la espera de que la tristeza que le invadió al romperla, se llevara los añicos con ella.
Las tristezas que se van sin despedirse te dejan los añicos de aquello que las provocó.


Desde la primera vez que se encontró añicos huérfanos en un rincón olvidado, le pareció que era una manera algo cruel de marcharse. Así que habían hecho un pacto la tristeza y ella. Ella le cedería la parte de la almohada más soñadora a cambio de que siempre le dejara una nota de despedida entre las líneas de alguna sonrisa antes de marcharse.

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