7 jul 2016

El escaparate

El escaparate estaba lleno de tentaciones, dispuesto seguramente con tanto esmero, como para que pareciera que cada cosa ocupaba su preciso lugar por azar.

No recordaba la última vez que comió chocolate y a pesar de ello, se le llenaba el recuerdo de colores y sabores que imaginaba mezclados, mientras en el bolsillo de su raída chaqueta contaba las monedas, una a una, con la estúpida esperanza de haberse equivocado al contarlas las otras veces. Tal vez su esperanza no nacía de un posible error matemático, sino de un esperanzador error humano.

Y mientras contaba de nuevo, sintió agrandarse, de un tirón, uno de los más viejos agujeros que adornaban su raída chaqueta.

Miró hacia él y junto a su recién agrandado agujero, vio una pequeña mano que continuaba buscando su mirada:


- ¿Me das ochenta céntimos que me faltan para poder comprarme un helado?


Sacó las monedas de su bolsillo, volvió a guardar una de ellas y le dio el resto.

Apenas tuvo tiempo de escuchar aquel "Gracias señora", mientras corría hacia el interior de la tienda, con la prisa que la impaciencia infantil le da a casi todo.



Dio media vuelta y se alejó del escaparate.

Tal vez mañana...

Porque mañana seguiría sin recordar la última vez que comió chocolate, pero recordaría muy bien, la última vez que alguien la vio más allá de su raída chaqueta...

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