Tras muchos desencuentros con su propia memoria, había asumido que
su relación sería siempre "a tres". Estarían ella, su memoria y cualquier cacharro capaz de guardar
citas y generar avisos.
Los tríos también funcionan.
No todos, pero éste sí.
A estas alturas de la vida llevaban juntos un sinfín de años. Lo
cual significaba que ni recordaba cuántos.
Como todas las relaciones, ésta también tenía sus puntos débiles;
por ejemplo, la batería del cacharro en cuestión necesitaba que su memoria funcionara
por sí misma, para encargarse de su alimentación. Pero ninguno de ellos había
supuesto el fracaso de aquel trío.
Los puntos fuertes superaban con creces el balanceo de pros y
contras.
Eran las 16:40 cuando sonó el Knock-Knock que le recordaba que
había quedado para tomar un café.
Cogió la chaqueta, el bolso, las llaves y salió de casa.
Habían quedado en la misma cafetería que la última vez.
Ya en la calle, se colocó los auriculares y empezó a caminar.
De repente se dio cuenta de que se había pasado la calle por la
que debía girar a la derecha para llegar a la cafetería, y que continuaba hacia
otro destino al que iba con mucha más frecuencia.
Soltó una carcajada.
Giró sobre sí misma ciento ochenta grados y volvió sobre sus pasos
un buen trecho.
Porque nada es perfecto.
Tampoco lo era esa memoria suya, cuya única rebeldía consistía en
adueñarse, de vez en cuando, de su inconsciente...
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