3 jul 2019

Despedida

El intenso blanco del folio que cegaba sus manos, le impedía ver las palabras en el orden en el que querría escribirlas, si fuera capaz de olvidarse de las consecuencias que sus palabras tendrían en las personas a las que más amaba.
Despedirse no le estaba resultando tan fácil como pensó.

Creyó que tomar la decisión de marcharse sería suficiente, pero no tuvo en cuenta que implicaba, a su vez, asumir la decisión de no dejarse llevar por lo que provocaría su marcha, siendo consciente, como era, de no haber aprendido aún a liberarse de esa responsabilidad autoimpuesta sobre las emociones ajenas.
El billete de avión que esperaba sobre su maleta le recordaba que ya era tarde para aprenderlo.

La alternativa de no despedirse le parecía todavía más terrible y ese folio, aún en blanco, no parecía dispuesto a ponérselo más fácil. Así que hizo lo único que se le ocurrió para encontrar las palabras que necesitaba: olvidar por un momento el para y el porqué y despedirse de sí mismo.

Y empezó, despojado de todo cuanto no necesitaba, a escribir su despedida más sincera.

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