El camino tenía tantas piedras que empezó a plantearse
volver hacia atrás para buscar otro distinto por el que continuar.
Entre dudas y piedras, siguió caminando otro trecho, cada
vez más lentamente, intentando averiguar qué era lo que le pesaba más: si las
dudas o las piedras.
A la par que aminoraba su marcha, aumentaban las dudas,
hasta que llegó un momento en el que decidió volverse, pues ya apenas avanzaba.
Se detuvo a observar el camino que tenía por delante,
aceptando que renunciaba a lo que seguramente podría ofrecerle.
Se sentó a un lado y volvió la vista hacia atrás,
añorando esa parte del camino que le había resultado sencillo recorrer. Fue
entonces cuando vio acercarse a otro caminante que, sacándola de sus
pensamientos, se le acercó y le preguntó hacia qué dirección iba.
Dudó un instante.
Conforme ella señalaba con la mano aquélla de la que
ambos venían, él le entregó una especie de bastón con una punta de metal en un
extremo, y le dijo:
- Tómalo. Es muy útil para
romper piedras y yo ya no lo necesito. Esta parte del camino hacia la que voy
es un llano sendero, pero de donde vengo, hay tantas piedras que estuve a punto
de darme la vuelta en alguna ocasión...
Lo cogió.
Le dio las gracias.
Y empezó despacio a caminar tras él.
Le dio las gracias.
Y empezó despacio a caminar tras él.
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